Barrer bajo la alfombra

Barrer bajo la alfombra

Por Valeria Arata (Diputada Provincial del Frente Renovador)

Sin ningún lugar a dudas, lo que más me indigna de mi experiencia en la actividad política es el saldo del fracaso de los gobiernos, la pobreza. Permítanme referirme a la pobreza como la imposibilidad de poder acceder a los servicios básicos para vivir una vida digna, y no, a la pobreza que mide nuestro INDEC, que se adapta al relato mentiroso de la Presidenta y su equipo. Índice que dicho sea de paso, se niega a difundir desde el primer semestre de 2013.

En los últimos diez años, los argentinos hemos sido beneficiados con condiciones sumamente favorables de la economía mundial, con años de crecimiento sostenido, con superávit fiscal, y aumento de reservas. Sin embargo, la consecuencia de una mala administración, ha sido, más pobreza. Claro que ha habido sectores que se han beneficiado y mucho, como por ejemplo, Cristina Kirchner, quien aumentó su patrimonio 1000 % desde el 2003 y, su entorno otro tanto.

A pesar de esta bonanza económica, son cientos de miles los argentinos que no acceden a agua corriente, y no poseen cloacas. Las crisis energéticas son cada vez más profundas, hay miles de kilómetros de rutas destruidas a lo largo y a lo ancho de todo el país, hay cientos de hospitales sin insumos básicos, y miles de escuelas destruidas por el paso del tiempo, hay una inflación que aprieta claramente a los que menos tienen, y una inseguridad, que no se siente en los barrios privados, pero se sufre fuera de ellos y aún más, en los lugares más vulnerables, pero por sobre todas las cosas, tenemos una pobreza estructural que se maquilla con planes sociales carentes de posibilidades reales de reinserción al circuito del trabajo y la educación.

La situación es grave. Como dice el doctor Albino (Presidente de la Fundación CONIN) “la mayor riqueza de un país, es su capital humano”, y la pobreza, creo, su mayor enfermedad. Una vez más debemos soportar dichos que no se dicen, pero el tema merece el mayor de los respetos, y no hay consultora internacional que pueda cambiar la realidad que vemos todos los días. El relato debe tener un límite, y lejos de buscar ficciones y barrer bajo la alfombra, el ejecutivo nacional debería ocuparse.

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